Una noche con los Night Riders

SOBRE EL AUTOR

Danny Parrado. Politólogo con opción en periodismo.
A diferencia de las 3’331.390 motos matriculadas en Colombia -según el RUNT, estas aquí no son consideradas como un simple medio de transporte, ni la forma más fácil de vencer el tráfico, ni siquiera como una herramienta de trabajo. Las quince motos Harley Davidson estacionadas frente al taller Rock n’ Tires representan para sus propietarios una pasión, no se ven dos motos iguales porque cada una tiene su propia personalidad. Alejandra Espinosa, 27, quien trabaja como recepcionista del taller me explica como el éxito del lugar se debe en parte a la gran variedad de accesorios que ofrecen para la venta –Todo lo traemos de Estados Unidos, aquí no solo vienen a reunirse los jueves en la noche, también vienen a hacer que sus motos se vean distintas, buscando la manera de sobresalir.

Todos los jueves a las 7pm los Night Riders se reúnen para salir a rodar como grupo. Uno a uno van llegando, la fila de motocicletas se hace más grande en cuanto pasan las horas. A las 10 pm el grupo está completo, esta noche llegan 22 miembros. Todos lucen con honor sus pesados chalecos en cuero. En la espalda el símbolo que los identifica, una larga cruz con una calavera en el centro. Y las botas –tan importantes como los chalecos- negras, brillantes, omnipresentes.
Elkin Jiménez, 37, el primero en llegar, es el presidente del grupo. Hoy debe decidir el rumbo. Dentro de sus planes están el Centro Histórico, Usaquén o si llegan todos a tiempo un paseo a la sabana de Bogotá. –Lo mejor de todo esto es la sensación de libertad en la carretera. Una vez empezamos es casi imposible parar. En septiembre fuimos hasta Buenaventura, uno de nuestros viajes más largos. El mes pasado estuvimos en Villavicencio, fuimos para el mundial de coleo.
A diferencia de lo que muchos creen no hay drogas, no consumen alcohol, tampoco planean la ejecución de un crimen. El mito que existe alrededor de los “harlistas” como peligrosos, alimentado por ese imaginario sobre pandillas norteamericanas como los Hell Angels aquí no parece aplicar. Los temas de conversación son más acordes a lo que un grupo de amigos de clase alta pueden tratar, el día en la oficina, a donde se va a ir a viajar y discusiones sobre motos.
Adquirir una moto Harley Davidson en Colombia es un lujo. Edward Burgos, 41, trabaja como representante para la marca en el único concesionario en Colombia, ubicado en la carrera 12 con calle 82, uno de los sectores más exclusivos de Bogotá. –Estas motos fueron unos de los primeros productos que llegaron sin aranceles gracias al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Los precios para motos nuevas van desde 25.200 dólares hasta 32.200 o más si se trata de una edición especial. A esto hay que sumarle los accesorios y la indumentaria. Edward explica como las chaquetas y botas no solo son cumplen con una labor estética sino que a su vez es funcional. Por ejemplo las botas previenen las quemaduras con las partes de la moto, muchas de estas van descubiertas y pueden alcanzar más de 100ºC, tocarlas sería una quemadura instantánea.
Finalmente el grupo decide partir hacia el Centro Histórico, son pasadas las 10 de la noche, ha llovido y el pavimento mojado representa un riesgo adicional. El sonido proveniente del escape de las quince motos rompe con el silencio de la noche. Las calles vacías a esta hora, sin el insoportable tráfico del medio día que las caracteriza son el escenario perfecto para lucirse. La potencia de sus grandes motores las hace salir disparadas sin el menor esfuerzo. La concentración y destreza necesarias para maniobrar estas pesadas motos a altas velocidades es impresionante. Se pensaría que no cualquiera puede conducirlas, pero las profesiones en el grupo son variadas. Elkin, quien va manejando la moto es odontólogo, incluso también hay un coronel de la policía, otro es médico, hay un par de abogados, una periodista y varios que trabajan de manera independiente.
Para Gregory Lobo, profesor del departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de los Andes, estos grupos o tribus urbanas son un claro ejemplo de sincretismo entre culturas. Los Night Riders unen símbolos propios del identitario colectivo de los harlistas en Estados Unidos, lugar de origen de esta cultura, y lo adaptan a la cultura local, muy distinta a aquella donde se originó. Aunque se intente replicar o adoptar la vestimenta, pensamiento y hasta las mismas motos, un grupo de harlistas en Bogotá va a ser muy distinto a uno en San Francisco o en Chicago.
Dos horas después de iniciado el recorrido, el grupo empieza a dividirse. Algunos deciden irse temprano, hay que trabajar mañana, otros no quieren seguir batallando el frío de la media noche. Las únicas motos que quedan al final son las de Elkin y la de Darío Ocampo, 39, ingeniero, quien ha sido parte de los Night Raiders al igual que Elkin desde el 2011, año en el que se conformó el grupo. Al finalizar el paseo, después de quitarme el casco y devolver las botas, pienso que la imagen que traía sobre los harlistas, impuestas por las lógicas del cine comercial, como aquellos grupos de hombres violentos, dedicados a negocios de drogas es muy distinta a la realidad. Mientras me alejo pienso en ellos como un grupo de personas que añoran la libertad que produce el manejar a alta velocidad por un camino desolado, personas con espíritu rebelde cuyo sueño es pasear eternamente sin tener que pedir permiso o dar explicaciones, pero en el fondo sé que las tienen que dar.
Por: Danny Parrado