Subsidios a la industria: Incentivos más que perversos
Según información publicada en la página web de la Revista América Economía, los subsidios a la industria agrícola del país, repartidos entre ayudas directas y créditos ascienden a más de 3.000 millones de dólares, de los cuales cerca de 1.900 corresponden a ayudar al sector cafetero. A pesar de estas ayudas, la industria no encuentra qué hacer frente a la competencia del mercado internacional y que poco a poco, ha ido ganando terreno frente al afamado grano colombiano.
Durante los últimos años, algunas industrias del país representadas por sus respectivas agremiaciones, han expresado su malestar por la firma de nuevos tratados de libre comercio, acusando a la falta de oportunidades e incapacidad de competir en terrenos de libre competencia. El Estado, como representante de los intereses de los colombianos y también de sus industrias, es responsable de implementar todos los mecanismos y usar todos los recursos que estén en su alcance para velar por el bienestar social y económico de la sociedad en conjunto. Sin embargo, la responsabilidad por la poca competitividad y los escasos avances en términos de eficiencia de producción no recae únicamente sobre el Estado.
La responsabilidad, o mejor dicho la culpa de que tanto la agricultura como algunos sectores de la industria entren en pánico ante la posibilidad de que un nuevo Tratado de Libre Comercio pueda ser firmado y posteriormente ratificado, no solo recae sobre el Gobierno, sino también sobre las agremiaciones y las federaciones, que son las encargadas de representar y respaldar a los productores y los agricultores, y las personas cuya fuente de ingresos depende directamente de estas actividades. Durante años, el modelo de desarrollo industrial en Colombia, estuvo basado en la Industrialización por Sustitución de Importaciones, que consiste en brindar la máxima protección a las nacientes industrias librándolos de la competencia y subsidiando sus actividades para que los precios a los que venden sean asequibles para los consumidores locales, con el fin de que se desarrollen y mejoren sus procesos y puedan, eventualmente, entrar a competir en mercados internacionales.
La exportación bandera para el país, el café, vivió años de grandes retornos con el alza sostenida de los precios en las principales bolsas del mundo. La Federación Nacional de Cafeteros, representante de todos estos cultivadores del grano, se sentía satisfecha con la labor hecha hasta el momento. El único campesino “yuppie” de la historia, Juan Valdez, llevaba sacos enteros del grano a ciudades como Nueva York y Madrid, los cafeteros estaban encantados de que su producto fuera conocido como el mejor café del mundo. Sin embargo, para Daniel Gamboa profesor complementario de la Facultad de Economía de la universidad de Los Andes “en un acto de irresponsabilidad, la federación, el gobierno y hasta los propios campesinos, se durmieron en los laureles” mientras bajo nuestras narices, Vietnam y Brasil, invertían grandes cantidades de dinero. Aunque no en subsidiar a la industria para que se hiciera más fuerte como lo hacíamos nosotros, sino en investigación y desarrollo de nuevas técnicas de cultivo, sistemas de irrigación, mejoramiento genético de los granos y capacitación de los campesinos. De esa manera, consiguieron con trabajo y seriedad, lo que a nosotros nos había sido dado por orden de la naturaleza, cultivar café de la más alta calidad, pero esta vez en grandes cantidades (Brasil y Vietnam producen 45 y 27 millones de sacos al años por 8 de Colombia)

SOBRE EL AUTOR

Mi nombre es Sebastián Jiménez Guzmán estudio Administración de Empresas y Economía en la Universidad de los Andes.
Respecto a la situación actual de la problemática, el profesor de la Facultad de Administración de la Universidad de Los Andes, Rodrigo Taborda, experto en el tema sostiene que “el problema no radica en conceder estos subsidios a las industrias nacientes, ni la solución en quitarlos de un solo golpe”. Para él, el problema se encuentra en que las verdaderas intenciones con que son otorgados los subsidios, finalmente no son tomadas en cuenta.
Los gremios de estas industrias y sus representados, no se preocuparon por invertir en mejorar los procesos, por calificar la mano de obra o por encontrar nuevas técnicas que les permitan hacer un uso más eficiente de los recursos, por ende, se creó un estancamiento en las industrias, producto de la comodidad que generaba saber que, aunque no lo fueran, los subsidios del Estado les harían competitivos. Un perfecto ejemplo de lo que los economistas llaman “Incentivos Perversos”. Sumando lo anterior a la baja cultura de inversión y ahorro que hay en nuestro país, se generan las condiciones perfectas para que las industrias se sigan rezagando, y sean cada vez menos capaces de hacerle frente a competidores internacionales, para los que la preocupación principal es sostener los niveles de crecimiento y seguir mejorando sus procesos.
En conclusión, el rol que debe desempeñar el Estado en la creación de competitividad industrial, es el de crear los mecanismos para que las empresas puedan desarrollarse y logren ganarse un lugar en el mercado internacional. Apoyar e interceder porque las condiciones en las que compiten sean justas, no es lo mismo que estar obligado a rescatar mediante ayudas directas a las empresas locales cuando se ven superadas por sus competidores. Lograr ser competitivos y renovar constantemente las técnicas, los procesos e invertir en tecnología es un trabajo conjunto, del que deben ser abanderados principales los gremios y las federaciones que representan a estas grupos económicos.
Por: Sebastián Jiménez